Esa estúpida sensación de quedarme sin aire me abrió los ojos de golpe, me sentía muy mareada, y por más que apretaba los párpados una y otra vez; no podía enfocar bien las cosas, recordé la última escena de mi sueño: Enfrente de la computadora, haciendo tarea; mi madre dirigiéndose a las escaleras, cuando, en un segundo comencé a jadear con desesperación. Mi mamá me miró y dijo; con su habitual tono de extrañeza cuando hago algo fuera de lo común;
—Y, ¿ahora tú? — con rostro de espanto y en medio de exhalaciones entrecortadas le respondí
—¡Mamá! ¡No puedo respirar! — extrañamente ella lo tomó con frialdad e indiferencia y bajó las escaleras con naturalidad y en ese punto fue cuando desperté...
No podía enfocar los objetos, cuando escuché ruidos sordos en la habitación de mis padres, mientras mi padre llamaba a mi madre desde abajo:—¡Déjala! Ahorita despierta,
—Pero no se trata sólo de eso, ¡estoy harta! — le respondía ella, era obvio que hablaban de mí.
Me levanté con mucha dificultad, para enterarme de lo qué estaba pasando, me paré justo debajo del marco de la puerta de mi habitación y vi a mi madre, aún en pijama, cargando un sinfín de cosas escaleras abajo; según sus gritos, me dio a entender que eran cosas mías.
—¡Mamá! ¿Qué haces? — alegué, pero no hubo respuesta, mamá estaba en verdad molesta. Antes de llegar al piso de abajo, mamá aventaba lo que traía en las manos, mis pertenencias; pero mi vista insistía en seguir borrosa,
—¡Mamá! ¡Detente! ¡Basta! — y mamá seguía su furiosa labor; de pronto sentí como alguien o algo invisible me estuviera acercando sutilmente al suelo. Primero se inclinó mi cabeza, después mis hombros, junto con mis brazos y mi pecho. Me sorprendió no haber azotado contra los mosaicos de la casa; durante mi caída me pregunté si seguía soñando e intenté despertarme, pero no lo logré, creí que esa extraña experiencia era porque cada vez me acercaba más a esas cosas que no le gustan a mi mamá, por no escandalizarme cuando veía monstruos en la TV porque ya sabía que eran actores muy bien maquillados, por no hacer prejuicios a una mente creativa sólo por imaginar vampiros, muertes sangrientas y demonios en un mismo cuadro. Toqué el suelo con mis mejillas, sentí el frío; sentir... era obvio que no estaba soñando, aún podía sentir; miré de nuevo a mi madre; pero como al principio, seguía viendo borroso, aun trayendo los anteojos puestos, no podía distinguir el rostro enfurecido de mamá, ¿cómo supe que estaba furiosa? ¡Fácil! Su tono de voz,
—¡Te vas a llevar todo lo que estoy bajando, porque si te vas y siguen aquí, me voy a deshacer de todo! — hasta ese momento entendí todo, mi mamá me estaba corriendo de la casa, mi papá se escuchaba indignado, pero no hacía nada; me levanté del suelo para tratar de arreglar el posible desastre que había dejado mi mamá después de su arranque de furia; pero mi cuarto estaba intacto. Mi mente insistía en que no podía seguir dormida, sentía absolutamente todo, la furia de mamá, la indiferencia de papá, mi confusión, el olor de mis libros; todo eso era tan palpable como la tersa piel de mi cama, ¡no! era obvio que ya había despertado.
Me fui tambaleando hasta mi cama, empezaba a sentir que se me terminaba el aire (de nuevo), y fue cuando sentí una obstrucción en mi mejilla izquierda, pero no era ningún golpe, ninguna inflamación, de hecho, se sentía bastante sólida, muy redonda y muy maleable. Con mi dedo índice abrí mi boca para sentir lo que había dentro de ella, en efecto, había algo redondo y sorprendentemente grande. Lo rodeé con mi dedo y lo halé hacia afuera, después, con mi pulgar volví a empujar mi comisura izquierda hacia esa misma dirección, tomé la esfera con ambos dedos y la extraje con éxito. Tal fue mi sorpresa cuando sentí que había otro objeto, muy parecido que apareció de la nada, exactamente del mismo lado. Repetí el instructivo anterior y en efecto, ambos eran idénticos. Dos pelotas de plástico como las que hay en las "albercas" de las fiestas infantiles. Una azul, la otra amarilla; el mismo tamaño. Al compararlas, mi ceja izquierda se arqueó con notoria y obvia confusión.
Sabía que nadie me creería si se los contaba. Se burlarían de mí; yo ya lo hacía —Charlie, nadie vomita pelotas de plástico; — me dije, aún así me aproximé a mi iPod conectado para tomar una fotografía, después de eso, tomaría la maleta más grande de la casa y la rellenaría con todos mis libros, ¿a dónde iría? No tenía la menor idea; tomé el iPod, abrí la cámara y abrí los ojos.
Enfrente de mí, el lado de mi cama que siempre está vacío y la pared protegiéndolo; un sueño, sí, un sueño asquerosamente extraño, que no tuvo ni pies ni cabeza. Los escalofríos rodearon mis brazos; ¿había estado realmente despierta?; ¿había tenido una visión? Ni siquiera supe que seguía dormida. Me sacudí la confusión, me acomodé de nuevo debajo de mis dos cobijas, lado izquierdo, almohada entre las piernas, posición fetal. Cama, almohada, mano izquierda; otra almohada y mi cabeza. Dos hombrecitos de felpa reposando su cabeza en mi antebrazo izquierdo y mi mano derecha protegiéndolos, cerré los ojos dispuesta a seguir durmiendo sin siquiera preguntarme por la hora.
Y así fue mi sueño más raro; ¿por qué? Porque sigo creyendo que no estaba soñando, porque las veces que lo intenté no me pude despertar; aún tengo la sensación de que alguien quería que viera algo dentro de ese "sueño" pero no sé que fue, tengo buena memoria con los sueños; eso lo sé, pero de este en particular recuerdo salto y seña; estoy segura de eso y de que definitivamente NO estaba soñando.
— Sucedió el seis de octubre del 2012, madrugada, hora inexacta, ¿testigos? Charlotte, Diana, Charlie y Ruth; mis cuatro distintas formas de pensar y de ser. Conclusión: hay algo muy raro en mi cabeza, pero no quiero deshacerme de ello, es lo que me hace ser quien soy y JAMÁS me voy a avergonzar de ellos.
—Charlie Zaloom—