Un nombre muy acertado, sus vastos conocimientos eran un océano profundo en donde cualquiera se podía ahogar si no sabía flotar, su cultura era un río que recorría los más escondidos y maravillosos paisajes, su voz cual rugido imponente de las olas del mar retumbaba en las aulas, en las mentes y en los corazones de sus estudiantes. Preciso y veloz cual estruendosas cascadas, furioso como tormenta en altamar, pero apacible como manantial. A pesar de todo lo que representaba se comportaba como el más humilde de los charcos, se presentaba sin títulos y sin fanfarrias te pedía que lo tutearas.
Una mirada suya de aprobación te daba fuerzas para luchar contra el más feroz dragón, sus consejos te daban paz y motivación. A pesar de ser una eminencia en su área, inspiraba confianza hablar con él, era compartido con su sabiduría y enriquecía tu curiosidad.
Me permitiste aprender muchas cosas, me cobijaste en el abrazo de tu guía y me dejaste trabajar a lado tuyo; pero, sobre todo, me enseñaste a creer en mí y en lo que puedo lograr. Gracias, nacido del agua. Gracias Moisés.
Anj djed imahu Meses-Usir maaherú di anj.
Anj uda seneb.
¡Qué viva eternamente!, venerable Moisés, justificado de voz, dotado de vida
¡Vida, prosperidad y salud!
Diana Zúñiga.
Viernes. 10 de agosto 2018.
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