sábado, 8 de marzo de 2014

Claustroquinetofobia.

Era la única manera de llegar a tiempo a casa, ni si quiera vi su cara, no sé porque no me defendí, ni por qué no la defendí a ella. De cualquier forma, ya estaba a punto de subir. Hablé con papá, insistió que debía esperar a que él fuera por mí, pero estaba muy asustado. Sólo quería llegar a casa sin importar cómo.

Subí, no había mucha gente, sin embargo, eran suficientes para mantenerme incómodo.

Todo empezó  justo como esperaba, ¿el primer paso? Hiperventilar. Intenté calmarme, y no lo logré. Sólo me alteré más, comencé a temblar sin control. No podía ni sostener mi celular (lo único que no me habían arrebatado) entre mis manos. Los temblores persistían, sentía cada una de las miradas, casi podía leerles la mente a todos: ¿Qué le habrá pasado? ¿Por qué actúa así?... Ni siquiera yo lo sabía. O mejor dicho, no podía aceptarlo.

Seguí temblando, sentía como poco a poco se me iba el color del rostro. Miradas acechándome, yo tratando de esquivarlas. No se apartaban de mí ¡Dios! ¿Por qué tenía que ser tan cobarde y tan imbécil? Cualquier otro se hubiera atrevido sin pensarlo.

El temblor se detuvo en mis manos, continuó en mis piernas. El ruido era inevitable. Cerré muy fuerte los ojos. Sentía el temblor en mi boca. Intentaba detener mis piernas con ambas manos. Pero no cedían.

Respiré profundo, apoyé mi cara en mis manos, y mis codos en mis piernas. Hubiera sido relajante si aquel armatoste no se hubiera movido. El transporte se vaciaba. Temblores por todos lados. Sonó mi teléfono, abrí los ojos, no pude contestar. Lo tiré. Bajé la cabeza. Un hombre que iba a lado mío lo recogió del piso y estiró su brazo. Lo imité. Pero sin subir la mirada. Le di las gracias mientras intentaba sacar el dinero exacto para el pasaje.

Saqué un billete, se lo di al chofer y esperé el cambio. Le dije que prefería bajarme en ese punto, justo dónde me esperaría papá. El chofer frenó, abrió la puerta y bajé prácticamente expulsado. Me arañaba el cabello con afán de arrancármelo mientras intentaba no llorar, papá me gritó; estaba con mamá afuera del coche.
Corrió hacia a mí, me abrazó. Lloró conmigo. Le pedí perdón.



No pude salvarla.