martes, 29 de marzo de 2016

Hoy vi llorar a un niño.

Hoy vi llorar a un niño, vi como la tristeza llenaba su alma y brotaba por sus ojos, la angustia deformaba su sonrisa y la incertidumbre emanaba de su pecho en forma de alaridos. No encontraba a su padre y su abuelo se estaba perdiendo. Los adultos no querían contarle sus secretos; el desesperante "tema de adultos" le estrujaba la garganta. La compasión de la gente le devolvía la mirada llena de curiosidad por cada lágrima que acariciaba sus mejillas.

Hoy vi llorar a un niño y no supe qué decir, quería abrazarlo; decirle que todo estaba bien aunque eso le correspondiera a su madre, quien no dejaba respirar a su corazón por el llanto de su hijo. La humanidad en el alma de los médicos le devolvió una pequeña parte de su felicidad infantil al decirle que podía estar a lado del abuelo. Al salir, los adultos a su alrededor intentaban devolverle el ánimo, que regresaba poco a poco a su rostro.

El pequeñito comenzaba a tranquilizarse, pero seguía alerta a los voceadores del área de urgencias cual conejo pendiente del cazador.

La impaciente sombra se hizo presente ante las llamadas confusas de su madre al teléfono, de nuevo el llanto se apoderó de él. Lo único que le quedaba era esperar lo mejor aún con el miedo de las más terrible de las tragedias imaginadas para un niño de su edad.

Hoy vi a un niño llorar y me quebró el alma.

Charlie