miércoles, 14 de enero de 2015

Charlie Coaster

No recuerdo qué edad tenía la primera vez que me llevaron a Six Flags, (los días de Reino Aventura me parecen borrosos) sólo recuerdo que tenía la ilusión de poder subirme a una montaña rusa.
Desgraciadamente por mi corta edad y por mi, aún más corta, estatura; sólo logré entrar al Circo de Bugs Bunny y subirme a una especie de "Kilahuea" para niños (creo que aún sigue ahí), una banca de parque con Silvestre sobre ella y en lo alto del juego, un pequeño Piolín con un mazo, esperando a aquel lindo gatito. Y me pareció una grosería, porque no hubo sensación alguna. A decir verdad, no recuerdo en dónde más me subí, pero desde entonces me quedó un deseo insaciable por los juegos mecánicos.

Cuando alcancé la edad para pasar el "You must be this tall", mis idas a Six Flags se convertían en horas y horas de hacer filas que parecían interminables sólo para unos pocos segundos de sentir que el volar es posible, que lo único que te pasa por la cabeza es qué tan fuerte vas a gritar, o qué tantas cosquillas sientes en la panza; todo se te borra de la mente. Ni siquiera piensas en el suelo.

Fui tantas veces que creí que la magia se había ido, ya no sentía cosquillas en la panza, y al bajar; no sentía que mis pies pesaran, lo único que esperaba era que la cámara se hiciera presente para hacerle un par de caras graciosas y verlas en la pantalla. Pero no, la última vez que fui; aunque fue poco; sentí de nuevo como todo el mundo daba vueltas a mi alrededor, en todos los juegos mecánicos; no sólo en las montañas rusas.

Desde que prometieron The Joker no he ido a Six Flags, ni siquiera me pude subir por última vez a la Medusa, extraño la caída del Superman y las vueltas del Batman The Ride, los jalones del Boomerang y la vista desde el Kilahuea, los cruces del Curandero y los aventones del Huracán, lo gracioso que era ver vomitar a la gente bajando del Voodoo cuando nunca fue para tanto, la repulsiva idea de que hay miados en el Splash pero lo único que te importa es que quieres sentir ese madrazo de agua fría mientras atraviesas el puente, la tremenda decepción después de estar casi tres horas formado en The Dark Knight Coaster para que sólo fuera un pequeño paseo (lo siento Six Flags, pero eso sí me pegó), ver como perdías toda la visibilidad en las Tazas y como sentías que te ibas a salir de las Piñas Locas, la foto a lado del Batimóvil, andar persiguiendo a las botargas de Warner Brothers y a la gente disfrazada de personajes de DC, para una linda foto del recuerdo de el día más feliz de tu año (de tu vida no, porque seguramente regresarás); sufrir por los precios de los souvenir y jurar que ahorrarás para tu siguiente visita porque te lo gastaste todo en la entrada y en el Flash Pass, pero sueñas con tus capas de Superman y de Batman, y esperas algún día poseer un anillo que sabes que te hará sentir como miembro honorario de La Liga de la Justicia.

Sí, tal vez sea lo más ñoño y lo más irracional que he escrito hasta ahora, pero así como me apasiona la lectura, la escritura y el crochet; me apasionan las montañas rusas; sabía que me gustaban mucho, pero no tenía idea de cuánto; hasta hoy que vi el vídeo de una próxima montaña rusa en Orlando.
Antes de que el vídeo terminara sentí la sonrisa en mi rostro; juraría que también sentí mis pupilas dilatadas, una sensación en mi estómago como si en verdad estuviera ahí... y surgió un deseo, poder decir que logré subirme a TODAS las montañas rusas del mundo. 

        


Gracias Itzel,

Charlie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario