3 de noviembre. 2012.
Alguna vez te
escribí una carta y funcionó. Y espero que no sea ésta la excepción. Yo no sé
cómo lo veas tú, pero las cosas que yo hago, mis gustos, mi manera de ser, son
parte de lo que soy. No creo tener la influencia de nadie, y es que a pesar de
que no hay una tercera persona detrás de lo que soy. La culpa tampoco es mía;
yo no tengo la culpa de que me guste el negro. Yo no tengo la culpa si me gusta
el rock y los chicos rudos. La culpa no es mía si me gustan los gatos negros. No es
mi culpa que me gusten los murciélagos. Mi único vicio son los libros, la historia y el enigma. La
magia, el misterio y un poco de fantasía. La tarea es mi desvelo, y nunca es
tarde cuando a casa llego. Me gustan las pinturas, el arte y hago de todo para
contigo no pelearme.
Yo no sé que de
malo le ves a todo eso, pero con cada anhelo mío, viene una razón única de
porque no debo de hacer/comprar/decir. Trato de obedecerte, pero entre más te
obedezco, con más obstáculos me encuentro. A veces siento que no soy lo que
esperabas, que tú quisieras que a tu manera yo pensara. Pero no podemos
coincidir en todo querida mía y no es porque yo quiera, alguien decidió que
todos tuviéramos algo que nos distinguiera de los demás y creo que así es
conmigo; sé que tal vez te educaron de diferente manera, pero reprimida me
tienes. Llego a temer mostrarte lo que he creado, lo que he escrito, por miedo
a que te parezca malo, vulgar o blasfemo, o peor aún, que pienses que todo lo
que escribo es porque es lo que vivo. El arte es expresarse por medio de la
imaginación, y va desde escribir, hasta pensar en cómo hacer el siguiente corte
de cabello. Sólo quiero que entiendas eso, no te pido que me permitas todo,
porque sé que no eres así. Quita ya tus miradas de desaprobación, me hacen
sentir que merecida no te tengo y que tú necesitas algo mejor. Te amo demasiado
y quiero hacerte feliz. Yo no pedí ser como soy, querida; la culpa no ha sido
mía.